La noche avanza. Todo está en silencio. No se escuchan voces porque el pueblo descansa. Los que no duermen son los Arakuaa Iya, porque el silencio es fuente de inspiración para ellos, sienten las energías del cosmos y a través de ellas saben lo que está pasando en su comunidad. La abuela Nanui es la maestra de los Arakuaa Iya y esa es, tal vez, la razón por la que se revuelve en su cama, tiene demasiadas preocupaciones y lleva varias noches sin poder dormir. Esa tarde su nieta Irande ha comenzado a menstruar y al día siguiente iniciará el proceso del yemondia. La abuela Nanui está reflexiva, piensa en el destino que le tienen deparado los Dioses a su nieta y en qué sabiduría debe transmitirle para que pueda enfrentar las adversidades: en el futuro no se sabe qué vida llevarán los jóvenes y solo sabiendo leer o interpretar el futuro podemos aconsejarlos. Estas son las ideas que ocupan a la abuela. Su agobio es aún mayor ante los rumores de que en Isipotïndi existen karai que son malos con los guaraní. Un mes atrás, en Macharetí, los karai invadieron la comunidad con fusil en mano y dejaron muchos muertos. Los guaraní respondieron con arco y flecha.
Al escuchar lo ocurrido la abuela Nanui hizo un esfuerzo por no recordar lo que le sucedió a su hijo Kurinda, el padre de Irande, pero le era imposible. En Mburukuyati, mientras Kurinda visitaba a sus cuñados, fueron sorprendidos por los karai. Los tuvicha de la comunidad hablaron con los karai de la forma más cortés y diplomática para evitar un enfrentamiento. Pero al percatarse de que los karai no iban en son de paz, los dirigentes procedieron a organizar a sus kereimba para defenderse de los invasores. Kurinda no dudó en incorporarse a la resistencia para pelear junto a sus cuñados.
En Mburukuyati la mañana estaba sombría. Los pájaros no trinaban. Las flores no habían abierto sus pétalos. En las alturas los cuervos revoloteaban presagiando un infortunio. Y cerca del mediodía los karai comenzaron a atacar a los guaraní. Las balas y las flechas se entrecruzaban. El caliente sol de la tarde fue testigo de cómo se iban dando los muertos en ambos lados. Al final de la tarde los pocos kereimba que quedaban seguían guerreando, y a la medianoche cayó el último. Desde entonces la esposa y los hijos de Kurinda y de los demás guerreros quedaron en manos de los karai en condición de sirvientas y peones, sin derecho a nada…”
Así es como inicia la novela IRANDE del escritor guaraní Elio Ortiz (1968-2014). Ese fragmento me trae a la imaginación cómo pudo haber pasado en Kuruyuki un hecho que marcó la culminación de una etapa del tiempo ordinario de la nación guaraní y el comienzo de otro.
Siguiendo el calendario gregoriano, este 28 de enero de 2018 se recuerdan los 126 años de la batalla de “Kuruyuki” (1892), donde los guaraní se enfrentaron a los karai por la defensa de su territorio, y los 26 años de aquel recordado centenario (1992) de dicho suceso donde los mburuvicha (líderes) guaraní trazaron el desafío de cambiar la estrategia de que “la lucha ya no es con arcos y flechas, sino lápiz, papel y su sabiduría”; asimismo, la Iglesia Católica –a través del Vicariato Apostólico de Cuevo- hacía su opción preferencial por el Pueblo Guaraní.
Sobre lo acontecido en Kuruyuki se han dicho muchas cosas y escrito libros, ensayos, artículos, reportajes… todos desde la perspectiva karai –tantos nacionales como extranjeros- y cada cual con sus versiones de acuerdo a sus intenciones. Desde el punto de vista guaraní, el que abordó el tema fue Elio Ortiz en su novela escrita en guaraní “IRANDE. Ara Tenondegua Jaikue Kuñatai Oiko Vae” (2015), quien ficcionaliza y la ambienta previo a los sucesos de la batalla de Kuruyuki; la novela la hemos traducido al castellano bajo el título de “IRANDE. La muchacha que anduvo detrás del tiempo primigenio” (2017).
Sobre Irande de Elio, la escritora cruceña Liliana Colanzi dice: “Ortiz decidió, en vez de escribir una novela de denuncia sobre las condiciones de esclavitud que soportaban los indígenas del Chaco a manos de los terratenientes, mostrar la vida en una comunidad que se mantenía en libertad antes de la masacre y que vivía de acuerdo a sus tradiciones previo a la llegada de la modernidad y del cristianismo” (El Deber, 17-12-2017). En tanto que la poeta y literata paceña Mónica Velásquez se pregunta: “Irande ¿Qué espíritu alumbrará esa lengua?” y escribe “A veces, raras, un libro aparece en nuestro medio portando un cosmos entero, audible, vivo…” (La Razón, 18-10-2017). Y, no cabe duda, la obra es como un manantial de agua cristalina, donde el que se mire ve lo que quiere ver, respuestas a interrogantes que hay en el corazón, una de ella es: ¿Qué va a suceder con nuestro territorio y nuestra nación, o será que nuevamente tendremos que pasar lo que pasaron nuestros abuelos y abuelas en Kuruyuki? Irande termina de esta manera:
“Dos días después de la desaparición de Irande, se comienza a rumorear que fue asesinada por los karai. En algún lugar, por el camino, fue sorprendida sola. Tal vez abusaron de ella, luego la mataron y la dejaron botada.
Ante la noticia, a Apiaguaiki le invade una gran tristeza. Llora, grita como un desquiciado. Se siente culpable por la muerte de Irande; también culpa a los Poseedores del Don de la Palabra y la Sabiduría, porque de no ser por ellos, habría vivido tranquilo igual que los demás jóvenes.
Cuando escucha que la gente del pueblo comienza a llorar fuerte, Apiaguaiki corre al monte y se interna como un jaguar que vuelve al monte. Nadie sabe dónde se va. El pobre abuelo Yupaire lo busca con desesperación y locura, pero sin ningún resultado. Los habitantes del pueblo se golpean el pecho y se sienten culpables por haber prohibido a los jóvenes que se amen, pero ya nada pueden hacer ante la trágica muerte de Irande.
Muchos días después pasa por el pueblo Apiaguaiki, pero ya no es el mismo de antes. Irradia una fuerza y una energía increíbles: podría matar con la mirada. Posee una habilidad sobrehumana para la lucha: no hay cómo enfrentarlo sin salir derrotado. Además, maneja palabras profundas y sabias, no hay argumentos que refuten los suyos. Rápidamente, como la misma luz o la noche, la noticia de que él es el enviado de los Dioses para defender a las comunidades se extiende por todos lados. Es por eso que comienzan a llamarlo “Apiaguaiki Tüpa”.
Al poco tiempo se sabe que se enfrentó a los karai en la localidad de Ivo, en la comunidad de Kuruyuki, y con un ejército de guerreros confrontaron a los invasores del territorio guaraní. Fue una hazaña heroica, pero con resultado desfavorable para el grupo de Apiaguaiki. Sucedió –en el calendario karai– el 28 de enero de 1892. Se desconoce lo que pasó después, porque los ancianos que contaban aquellas historias han muerto. Así es que, con la predicción de que “En la posteridad serán los karai quienes cuenten la historia del pueblo guaraní”, este será el fin de nuestra versión de la historia.
Antes de que se cumpliera esa profecía, un anciano cuyo nombre no se conoce dejó este sabio consejo a su pueblo:
“Por los errores de los Dioses nos extinguiremos y estaremos condenados a vivir con dolor y sufrimiento en las tinieblas, hasta que nuevamente llegue la sabiduría y nos ilumine para volver a vivir, para volver a crecer hasta la plenitud y para luego volver a morir por sus errores. ¡Por eso, cuando la oscuridad llegue, sepan escuchar y sentir el universo, vean con los oídos e interpreten al tiempo! ¡Cuando el tiempo llegue, escuchen, sientan la Palabra!”
¿El tiempo se acerca? ¿La oscuridad se aproxima? ¡No lo sabemos…!”.
Los expertos en la lengua guaraní que estuvieron como jurados y eligieron a “Irande” como ganadora de la “III versión del Premio de Narrativa en Idioma Originario ‘Guamán Poma de Ayala’ en idioma guaraní”, dicen al respecto: “La narración recoge aspectos culturales del pasado, del presente y del futuro [guaraní]”. En tanto que, Kandire Ortiz –hijo menor de Elio- en la presentación a la versión castellana nos dice: “Este es un viaje –por así decirlo- a través de lo que es la esencia de «nuestro sentir” (yaendu vae) del mundo físico y espiritual. (…) Los invito a descubrir junto a Irande y sus vivencias el inicio-el fin-el inicio-el fin… de la nación guaraní.”. Valgan estas palabras, sobre todo referido al “inicio-el fin-el inicio-el fin…”, para plantear algunas ideas –a manera de sugerencia- para los tëtara reta (conciudadano guaraní) para ‘Resignificar Kuruyuki’:
• Si seguimos la lógica del tiempo-espacio desde la noción guaraní, veremos que ese inicio-fin-inicio-fin es el ciclo de su historia. En ese sentido, para entender lo que pasó en Kuruyuki (antes, durante y después) veremos que los hechos se dan en esa relación y encontraremos respuestas y nuevas preguntas que nos permitan seguir caminando. Para ello, creemos importante que el ritual (recordatorio, exposiciones, fiesta, etc.) que se hace en Kuruyuki también se haga paralelamente en cada zona o capitanía; es decir, mientras las principales autoridades (mburuvicha reta de las 29 capitanías guaraní) se reúnen en Ivo (lugar donde se hace el acto central), en las zonas también se lleven actos similares, de manera simbólica con la temática central sobre Kuruyuki, y para ellos será de capital importancia el rol de los medios de comunicación, la socialización de la información de lo que está pasando en cada lugar dará motivación y realce al hecho. Cada cinco años estos eventos tienen que dar un ‘salto’, por ejemplo: una marcha hacia Kuruyuki, al espacio físico, desde diferentes puntos del territorio guaraní…
• Kuruyuki como un espacio físico y simbólico para la nación guaraní tiene que jugar ese rol. Para ello, en los temas de conversación y discursivo no se debe perder de vista la reconstitución territorial guaraní, entendida como una forma de lograr que los guaraní de hoy, vinculados física y simbólicamente a unos espacios territoriales determinados, desarrollen dimensiones nuevas de etnicidad y universalidad al ingresar al amplio mundo de la interculturalidad, acudiendo a diversos mecanismos como el de la Autonomía Indígena Originaria Campesina (ya se tiene a la “Autonomía Guaraní Charagua Iyambae” y otros que vienen en camino), el mundo del ciberespacio emplearlo como un vehículo comunicacional de su lengua, la formación de recursos humanos en diferentes campos y fortalecer el posicionamiento de las instituciones guaraní entre otras acciones.
• Kuruyuki como espacio de reencuentro de la nación guaraní tiene que estar enfocada sus acciones a fortalecer la unidad. Para ello, urge hacer algunos ajustes: A) Hacer del evento un encuentro donde el centro sea el ñande reko (modo de ser guaraní) y no dejar que esté supeditado a cuestiones religiosas o político-partidarias, porque muchos tëtara (de Argentina, Paraguay y de la misma Bolivia) participan del evento guiados por su referencia identiraria y de unidad, como se dice en guaraní “opako mbae-mbae reta jenda oï (cada cosa tiene su lugar y espacio)”. B) Desde lo guaraní, siguiendo las normas de organizar fiesta (arete), se tiene Arete Iya (Organizador o responsable de la fiesta) y lo cual nos lleva a pensar que Kuruyuki debería tener su Arete Iya, sería quien o quienes liderarían, en coordinación con la Asamblea del Pueblo Guaraní, en organizar la fiesta…
• Kuruyuki como espacio de encuentro cultural y lingüístico. Emplear con fuerza al idioma guaraní en el evento, por ejemplo: si se va a seguir realizando el campeonato de fútbol en Ivo, para darle un toque guaraní al menos, ver la manera de hacer por altavoz el relato de los partidos en el idioma; los discursos en el acto central tienen que ser bilingües, es decir tiene que haber intérpretes ya sea del guaraní o castellano, dependiendo de la situación; fortalecer los espacios de exposición para hacer conocer los saberes y conocimientos guaraní…
• Kuruyuki como espacio de compartir entre guaraní y con el no guaraní. Es decir, un espacio para valorar la hospitalidad y calidad de ser guaraní; considerando que, de acuerdo al ñande reko tener un mboupa (visita) es un valor incalculable y fuente de grandeza, tanto personal como colectivo. En ése contexto, las visitas tienen que ser tratadas como tal y explicarle que ellos también tienen que ocupar su lugar.
A la postre, para cerrar nuestra reflexión, siguiendo la profecía de Elio, es muy probable que el tiempo esté llegando, porque la Arakuaa (sabiduría fundada en la razón) y la Ñee (la palabra fundada en el sentimiento) están comenzando a dialogar, esperemos que dure mucho tiempo esto. Cuando veo y siento nuestro ñande reko es como la lluvia que comienza de gota en gota hasta que llueve; fortalezcamos el valor más grande que tenemos: nuestro ñande reko y, con él, nuestro ñee; trabajemos por la re-codificación de las sustancias históricas (convencionales) al lenguaje étnico de nuestra historia, ya que como guaraní lo reflejamos en nuestra arakae y karamboe…
Enero, Territorio Guaraní –Bolivia
Caurey (Ave nocturna) es escritor guaraní, sociólogo y antropólogo de formación. Actualmente trabaja en la Fundación IRFA y está domiciliado en el Territorio Autónomo “Charagua Iyambae”.
Escuche la entrevista conElías Caurey.